En mi anterior “píldora”, me refería a la importancia de programar en el día a día confinatorio, alguna actividad útil (para combatir la adversidad de esta pandemia, no confundir con utilitaria) y placentera para levantar y mantener el ánimo.
Hoy vamos a centrarnos en una de las mejores y más accesibles actividades para conseguir no solo animarse, sino también protegerse la salud: la música.
La actividad musical es una de las más importantes en animación sociocultural, hasta el punto de haberse consolidado desde hace años como una especialidad que denominamos Animación Musical (Ventosa,2001: Expresión musical, educación y tiempo libre. CCS, Madrid).
Las investigaciones de los últimos años han venido a corroborar esta apuesta de la animación por la música, porque ahora sabemos que, además de ser una actividad ideal para disfrutar y enriquecer el tiempo libre, estimula determinadas regiones cerebrales, liberando diversas neurohormonas y anticuerpos asociados al placer (dopamina), al afecto y cooperación (oxitocina) y al sistema inmunitario (inmunoglobulina). Sí, has leído bien, ahora sabemos que cantar, además de animarnos y hacernos solidarios, puede fortalecer nuestro sistema defensivo encargado de luchar contra las infecciones como la que ahora nos ataca (Bernard, 2015: Los efectos saludables del cantar. Revista Mente y Cerebro, n.o 72).
Está claro que una de las actividades que deberíamos incorporar a nuestro programa diario de confinamiento, es la musical. Para ello podemos elegir diversas modalidades (dependiendo de las posibilidades y gustos de cada cual) cada una de las cuales con sus virtudes y beneficios.
(Más información en: Ventosa, 2016: Neuroanimación. CCS, Madrid, pp. 39-40 y 71-79)